La sangre es uno más de los tejidos del organismo. Como el resto de los tejidos, está formada por varios tipos de células y por una matriz extracelular que relaciona todas las células entre sí. La particularidad que tiene es que esa matriz es líquida y recibe el nombre de plasma.
El hecho de que la sangre sea un tejido líquido le proporciona la capacidad de moverse a lo largo de todo el organismo. En el caso de los seres humanos, este movimiento tiene lugar siempre por el interior de conductos, llamados vasos sanguíneos, que junto con la propia sangre y un órgano que se encarga de impulsarla, el corazón, forman el sistema circulatorio.
La matriz extracelular del tejido sanguíneo, es decir, el plasma, es un líquido de color amarillento compuesto fundamentalmente por agua, aunque también incluye nutrientes solubles, hormonas, enzimas, otras proteínas y desechos celulares.
El tipo celular más abundante entre las células sanguíneas son los glóbulos rojos, también llamados eritrocitos o hematíes. En condiciones normales puede haber unos 5.000.000 de eritrocitos por cada mililitro de sangre. Si la cantidad de eritrocitos es más baja se produce una alteración denominada anemia, que produce debilidad, dolores de cabeza e incluso dificultades al respirar. Los glóbulos rojos humanos son células sin núcleo de forma redondeada y aplanada. Su color rojo, visible en el microscopio, se debe a la presencia de una proteína muy abundante en ellos, la hemoglobina, que contiene hierro. La función de los eritrocitos es la de transportar el oxígeno, unido a la hemoglobina.
Los leucocitos o glóbulos blancos son un conjunto de tipos celulares presentes en la sangre cuya característica común es que tienen aspecto transparente cuando se observan a través del microscopio. También tienen en común su función general, que es participar en la defensa del organismo contra agentes patógenos. Existen varios tipos de leucocitos, como los monocitos y neutrófilos, que destruyen físicamente los microorganismos invasores, o los linfocitos, que producen anticuerpos que atacan a los patógenos o combaten las células cancerosas.
Las plaquetas son trozos de células que participan en la coagulación, es decir, en el proceso de taponamiento y cierre de las heridas, para evitar que la sangre escape de los vasos sanguíneos. En este proceso participan también algunas de las proteínas que forman parte del suero, y el resto de las células sanguíneas, especialmente los glóbulos rojos.
Estructura general del aparato circulatorio
Todos los sistemas circulatorios de los animales, entre ellos el del hombre, tienen las mismas partes básicas, que realizan funciones parecidas:
Esta estructura provoca que la sangre fluya a diferentes velocidades en los distintos tramos del aparato circulatorio: muy rápidamente en las arterias, impulsada por el corazón y por la elasticidad de su capa muscular y muy lentamente en los capilares, lo que favorece el intercambio de sustancias entre el aparato circulatorio y los órganos. Por último, la circulación en las venas es lenta, y tiene lugar, en buena parte, gracias a las contracciones de los músculos que las rodean.
En cada tejido hay un gran número de capilares, gracias a lo cual ninguna célula está separada más de dos o tres células del capilar más próximo. Sin embargo, la sangre no circula simultáneamente por todos ellos: en un momento dado solo reciben sangre entre un 5 y un 10% de los capilares del cuerpo, siendo los que más reciben los del cerebro, el corazón, los riñones y el hígado. Al pasar por ellos, el intercambio de sustancias entre la sangre y los tejidos ocurre siempre desde donde están más concentradas a la de menor concentración:
El sistema linfático es un conjunto de capilares, terminados en fondo ciego, y vasos mayores (troncos linfáticos), paralelo al sistema circulatorio sanguíneo, por el que circula el líquido recuperado de los tejidos y enriquecido en glóbulos blancos, llamado linfa. La linfa fluye en este sistema del mismo modo que la sangre venosa, empujada por la musculatura.
Además de los vasos, el sistema linfático está formado por los ganglios linfáticos, que tienen función defensiva contra los agentes infecciosos. Se trata de abultamientos donde se acumulan los leucocitos para tratar de reconocer a virus y bacterias.
El corazón
El corazón es un órgano hueco del tamaño aproximado de un puño situado en el tórax, entre los dos pulmones y algo desplazado hacia el lado izquierdo, por lo que el pulmón de ese lado es algo más pequeño que el otro.
Desde el exterior se aprecian varios vasos sanguíneos que sugen o llegan hasta él por su parte superior: los vasos eferentes (que salen del corazón) son la arteria aorta, desde el lado izquierdo y la arteria pulmonar, desde el derecho, mientras que los aferentes (los vasos que llegan hasta el corazón) son las venas cava superior e inferior, que desembocan en el lado derecho, y las venas pulmonares, que llegan hasta el lado izquierdo. También se observan un grupo de vasos que lo rodean, los vasos coronarios, que se encargan de alimentarlo.
La pared del corazón está formada por tres capas, que de fuera hacia adentro son pericardio, miocardio y endocardio. El miocardio está formado por músculo cardiaco, y es el responsable de la contracción del corazón. Es más grueso en los ventrículos que en las aurículas, en relación con el hecho de que son éstas las que impulsan la sangre hacia las arterias, y mucho más grueso en el ventículo izquierdo, pues es esta cavidad la que debe enviar la sangre hacia la circulación general.
En cuanto a su funcionamiento, el corazón actúa como una bomba de fuerza constante, es decir, produce siempre la misma fuerza en cada contracción, de modo que regula su potencia cambiando la velocidad a la que trabaja. Dicho de otra forma, el corazón aumenta su potencia aumentando el ritmo con el que late, que en reposo es de unas 70 veces por minuto aproximadamente.
La contracción cardiaca se produce en respuesta a un estímulo eléctrico generado en el mismo miocardio: dentro del músculo cardiaco existen zonas especiales capaces de producir una descarga eléctrica que se propaga desde ellas al resto del miocardio, provocando su contracción. En concreto, la zona que desencadena todo el proceso se encuentra en la aurícula derecha, y es la que primero se activa. El impulso generado se transmite hasta un centro secundario, situado sobre el ventrículo, de modo que primero se contraen las aurículas y luego los ventrículos. Estos dos centros se conocen como "marcapasos naturales".
El proceso de funcionamiento del corazón recibe el nombre de ciclo cardiaco. Es un proceso de tres tiempos:
Todos los sistemas circulatorios de los animales, entre ellos el del hombre, tienen las mismas partes básicas, que realizan funciones parecidas:
- Un órgano impulsor, el corazón, que bombea la sangre hacia todo el cuerpo.
- Un sistema arterial, que aleja la sangre del corazón distribuyéndola por todo el cuerpo. También colabora a impulsarla hasta los órganos más lejanos.
- Los capilares, vasos sanguíneos de paredes muy finas que permiten el intercambio de sustancias entre la sangre y los distintos órganos.
- Un sistema venoso, que devuelve la sangre al corazón.
- Un líquido circulante, la sangre, que se encarga de realizar las funciones del sistema circulatorio.
Esta estructura provoca que la sangre fluya a diferentes velocidades en los distintos tramos del aparato circulatorio: muy rápidamente en las arterias, impulsada por el corazón y por la elasticidad de su capa muscular y muy lentamente en los capilares, lo que favorece el intercambio de sustancias entre el aparato circulatorio y los órganos. Por último, la circulación en las venas es lenta, y tiene lugar, en buena parte, gracias a las contracciones de los músculos que las rodean.
En cada tejido hay un gran número de capilares, gracias a lo cual ninguna célula está separada más de dos o tres células del capilar más próximo. Sin embargo, la sangre no circula simultáneamente por todos ellos: en un momento dado solo reciben sangre entre un 5 y un 10% de los capilares del cuerpo, siendo los que más reciben los del cerebro, el corazón, los riñones y el hígado. Al pasar por ellos, el intercambio de sustancias entre la sangre y los tejidos ocurre siempre desde donde están más concentradas a la de menor concentración:
- Los nutrientes y el oxígeno pasan desde los capilares hacia los tejidos.
- Los residuos y el dióxido de carbono se mueven desde los tejidos hacia los capilares.
El sistema linfático es un conjunto de capilares, terminados en fondo ciego, y vasos mayores (troncos linfáticos), paralelo al sistema circulatorio sanguíneo, por el que circula el líquido recuperado de los tejidos y enriquecido en glóbulos blancos, llamado linfa. La linfa fluye en este sistema del mismo modo que la sangre venosa, empujada por la musculatura.
Además de los vasos, el sistema linfático está formado por los ganglios linfáticos, que tienen función defensiva contra los agentes infecciosos. Se trata de abultamientos donde se acumulan los leucocitos para tratar de reconocer a virus y bacterias.
El corazón
El corazón es un órgano hueco del tamaño aproximado de un puño situado en el tórax, entre los dos pulmones y algo desplazado hacia el lado izquierdo, por lo que el pulmón de ese lado es algo más pequeño que el otro.
Desde el exterior se aprecian varios vasos sanguíneos que sugen o llegan hasta él por su parte superior: los vasos eferentes (que salen del corazón) son la arteria aorta, desde el lado izquierdo y la arteria pulmonar, desde el derecho, mientras que los aferentes (los vasos que llegan hasta el corazón) son las venas cava superior e inferior, que desembocan en el lado derecho, y las venas pulmonares, que llegan hasta el lado izquierdo. También se observan un grupo de vasos que lo rodean, los vasos coronarios, que se encargan de alimentarlo.
La pared del corazón está formada por tres capas, que de fuera hacia adentro son pericardio, miocardio y endocardio. El miocardio está formado por músculo cardiaco, y es el responsable de la contracción del corazón. Es más grueso en los ventrículos que en las aurículas, en relación con el hecho de que son éstas las que impulsan la sangre hacia las arterias, y mucho más grueso en el ventículo izquierdo, pues es esta cavidad la que debe enviar la sangre hacia la circulación general.
En cuanto a su funcionamiento, el corazón actúa como una bomba de fuerza constante, es decir, produce siempre la misma fuerza en cada contracción, de modo que regula su potencia cambiando la velocidad a la que trabaja. Dicho de otra forma, el corazón aumenta su potencia aumentando el ritmo con el que late, que en reposo es de unas 70 veces por minuto aproximadamente.
La contracción cardiaca se produce en respuesta a un estímulo eléctrico generado en el mismo miocardio: dentro del músculo cardiaco existen zonas especiales capaces de producir una descarga eléctrica que se propaga desde ellas al resto del miocardio, provocando su contracción. En concreto, la zona que desencadena todo el proceso se encuentra en la aurícula derecha, y es la que primero se activa. El impulso generado se transmite hasta un centro secundario, situado sobre el ventrículo, de modo que primero se contraen las aurículas y luego los ventrículos. Estos dos centros se conocen como "marcapasos naturales".
El proceso de funcionamiento del corazón recibe el nombre de ciclo cardiaco. Es un proceso de tres tiempos:
- Sístole auricular: las aurículas están llenas de sangre y se produce el impulso en el marcapasos principal, lo que desencadena la contracción auricular. Esto hace que se abran las válvulas auriculoventriculares (mitral y tricúspide), permitiendo el paso de la sangre a los ventrículos. Entre tanto, las válvulas semilunares, que se encuentran al inicio de las arterias, están cerradas, de modo que la sangre no puede escapar del corazón.
- Sístole ventricular: el impulso se transmite al segundo marcapasos, lo que provoca la contracción del miocardio de los ventrículos. Esto hace que la sangre empuje las válvulas semilunares, abriéndolas y permitiendo la salida de la sangre a través de las arterias, mientras que las válvulas auriculoventriculares están cerradas, impidiendo el reflujo sanguíneo. El músculo de las aurículas se relaja.
- Diástole: el miocardio se relaja por completo y el corazón recupera su volumen máximo. La sangre venosa llena las aurículas y termina por abrir las válvulas auriculoventriculares.